Una vez más, ¡Jenin, Jenin!

Por Fabio Beltrame

Las autoridades israelíes, los tribunales, los medios de comunicación y la opinión pública consideran que las afirmaciones palestinas sobre las violaciones de los derechos humanos, la violencia cotidiana y las masacres cometidas por las unidades militares del Tsahal y por los colonos neofascistas y religiosos solo son mentiras y propaganda “filopalestina y antisemita”. Para el gobierno israelí, la operación contra el campo de refugiados de Jenin sirve para erradicar el terrorismo palestino (por la presencia de diversas formaciones armadas responsables de recientes acciones terroristas en Israel, cercanas a Hamas y a la Jihad Islámica). Mientras tanto, una vez más, las pancartas con retratos de las víctimas (adultos y niños), por las calles del desdichado campo de refugiados, son un recordatorio del precio que pagan los palestinos por su histórica resistencia a la ocupación israelí. De esta ciudad martirizada, como hace veinte años, se levanta el grito: “¡Jenin, Jenin!”. Una vez más, la población israelí cree que el ejército sionista no es responsable de los crímenes cometidos, porque sigue pensando que las FDI (las Fuerzas de Defensa Israelíes) es el “ejército más moral del mundo”. Sin embargo, casi todos los israelíes, hombres o mujeres, jóvenes o no tanto, fueron testigos, conocen a alguien que lo hizo, o directamente participaron, en primera persona, de alguna de las cotidianas violaciones de los derechos humanos, si no de verdaderos crímenes de guerra. Una complicidad concreta pocas veces infringida, y que es consecuencia de la penetración bélica que radica, desde su fundación, en el Estado sionista y, en este caso, en el mito fundacional de la constitución de un “ejército del pueblo”, en el que se integraron formaciones paramilitares y terroristas sionistas culpables de homicidios y de limpieza étnica contra palestinos en los años precedentes a 1948. Ninguna de ellas jamás fue tenida en cuenta, ni siquiera juzgada como “criminal de guerra”. Es un vulnus moral y conciencial que infecta profundamente a la sociedad israelí, enferma de militarismo, de la que se distinguen pocos voluntariosos, como los refusnik, chicas y chicos judíos objetores de conciencia, los reservistas contra la guerra de “Yesh Gvul!” (“¡Hay un límite!”) o los activistas por los derechos humanos contra la ocupación.

Publicado en Comuna Socialista 83