Hace pocos
días, falleció nuestro querido amigo Alioune (Aliou) Ndiaye. Fue una persona querida
en su comunidad por su sensibilidad y por la atención que tenía hacia los demás.
Siento la tristeza de que nos haya dejado a sus 42 años y la rabia por la
inhumanidad de instituciones racistas que abandonan y dificultan el cuidado de
los más vulnerables. Pero, en primer lugar, me siento agradecido por la
confianza que nos brindó al abrirnos las puertas de su casa y de su vida, con
la voluntad de seguir recordándolo, rastreando la raíz más profunda con la que
buscaba vivir feliz, incluso en momentos muy difíciles, y también en busca de seguir
conociéndolo a través de otros hermanos y hermanas que compartieron con él
estos últimos años en Argentina.
Conocí a
Aliou en plena pandemia, cuando impulsábamos una campaña solidaria y
antirracista con las comunidades senegalesa y haitiana de Buenos Aires.
Rápidamente, se destacó por su generosidad y protagonismo, permitiendo que la
ayuda llegara a muchísimas personas en el barrio de Flores. Más adelante, con
la llegada de las vacunas, pero con la creciente desinformación y desconfianza
sobre estas, Aliou fue el primero que sin dudar confió en nosotros y accedió no
solo a vacunarse contra el Covid-19, sino a ayudarnos a hablar con sus amigos,
vecinos y compañeros manteros para hacerles saber lo importante que era
vacunarse para el cuidado recíproco. Al conocernos, no se resignó por las barreras
idiomáticas. Siempre pedía varios de nuestros periódicos para distribuirlos y
hacer que alguno de sus paisanos se lo leyera y tradujera. Tenía la habilidad
de expresar su pensamiento y afecto con gestos y con mucha creatividad,
manejando unas pocas palabras de español. Convencido del antirracismo porque
“todos somos hermanos y tenemos la misma sangre sin importar el color de piel”,
fue uno de los principales promotores de la Asamblea Antirracista que
impulsamos juntos, incluso con dificultad para comprender y enojándose con
otros amigos senegaleses cuando no participaban.
Como tantos
inmigrantes, vivió su estadía en Argentina en una situación existencial muy difícil.
En más de una ocasión lo acompañamos frente a la persecución policial que tanto
sufren nuestros hermanos en sus precarios hogares o en sus lugares de trabajo.
Sin embargo, lejos estaba de dejarse vencer por estos problemas cotidianos.
Vivía con una afirmatividad muy grande que demostraba continuamente a través de
su mirada gentil y de su sonrisa tan característica. Aliou siempre fue muy generoso
a la hora de restituirnos que éramos personas importantes para él y para su
vida. Nos llamaba “locos” por nuestra bondad y por luchar con ellos contra el
racismo. Espero que también haya entendido lo especial que fue para mí y para nosotros
haber compartido un poco de esta locura juntos y cuánto me ayudó a hacer más sentida
y concreta nuestra idea de la común humanidad diferente.
Publicado en Comuna Socialista 84