Editorial: En un mundo violento y confuso, algunos interrogantes fecundos


Por Comité de Redacción
No es sencillo pensar y entender el mundo en el que vivimos. En general, las personas que aspiran a una vida mejor y a una convivencia humana más justa se sienten desorientadas. Las mujeres que luchan por su libertad, luego de años de movilización, se encuentran más solas (y en peligro) en parte por haber confiado en las falsas promesas democráticas. Los jóvenes que despiertan al mundo con ganas de conocerlo y descubrirlo se ven atrapados en las redes virtuales deshumanizantes. Millones de personas emigran de sus lugares de origen –corridos por las guerras o los desastres ecológicos– esperanzados por encontrar una vida digna, pero se topan con el racismo extendido. Nosotras y nosotros también nos sentimos desorientados muchas veces, porque queremos estar junto a nuestra gente ofreciendo una alternativa radical a los opresores y no siempre sabemos hacerlo de la mejor manera.
La desorientación que sentimos, en gran parte, tiene que ver con que las guerras y la violencia estatal difundida atraviesan cada aspecto de la vida cotidiana y dificultan una mirada panorámica y profunda, tanto de los orígenes de los problemas como de los recursos posibles para afrontarlos.
La campaña electoral hacia las PASO es una muestra en pequeño del belicismo y la violencia que arrecian en el mundo: como definimos hace unos días, es un torneo de represores, una carrera para ver quién promete más garantías para los usureros de siempre a costa de la pobreza de millones de personas. Por un lado, una derecha reaccionaria amante del orden a punta de pistola. No tan lejos, el populismo que miente, ajusta y corrompe. Ellos son los responsables de la violencia que se propaga de manera multiforme. No hay terreno de la vida que no esté amenazado: el planeta está enfermo, los hogares son ámbitos cada vez más violentos –en particular para las mujeres y los/as niños/as–, los trabajos son cada vez más alienantes y mal pagos y hasta se anuncia una avanzada represiva que amenaza el derecho elemental de protestar en las calles. La violencia se difunde a través de las pantallas y de los diarios (¿cuántas veces leímos, en estos días, notas sobre el “empresario descuartizado”?) mientras se naturalizan los asesinatos perpetrados por narcos en Rosario y se monta un circo plagado de instrumentalidad política sobre el trágico femicidio de Cecilia en el Chaco. La desorientación prima porque el mundo de ellos, los opresores de toda calaña, se está derrumbando y con él, la manera en que ellos mismos y las sociedades a las que dominan lo han concebido. Por ello, los intentos políticos, los pocos que quedan bienintencionados, de reformar lo irreformable aportan también a la confusión. Juan Grabois, por ejemplo, acompañando en los hechos al ajustador Massa y sometiéndose a las mafias del peronismo, pregona una Argentina “más humana” al mismo tiempo que es un negador serial de la libertad de las mujeres, oponiéndose al derecho al aborto. Por otro lado, corrientes de izquierda como el FIT, aunque moralmente diferentes a la burguesía decadente, en los hechos proponen encausar hacia el orden cívico y la institucionalidad coactiva las luchas de los oprimidos que se animan a ensayar caminos diferentes, de protagonismo y solidaridad desde abajo, como ocurre con sectores del pueblo jujeño. Frente a este panorama electoral, lo que nosotros haremos y te sugerimos hacer es impugnar el voto, porque las urnas en nada podrán mejorar la situación de raíz. En el caso de que quieras votar, que optes de forma crítica por alguna de las listas de la izquierda trotskista, que todavía conserva cierto margen de independencia.
En este cuadro, seguramente urge la necesidad de buscar respuestas a los problemas más inmediatos, pero lo podremos hacer mejor si no tomamos falsos atajos, si elegimos partir de algunos interrogantes profundos que nos ayuden a entender mejor: ¿valoramos las exigencias íntimas que nos mueven a buscar una vida mejor o nos conformamos con el cada vez más peligroso “mal menor”? ¿Aspiramos a una convivencia humana benéfica, descubriendo y desplegando nuestros mejores recursos o debemos resignarnos a vivir enemistados con quienes nos rodean, aún sin conocerlos? ¿Buscamos juntos/as una libertad auténtica y compartida o aceptamos los márgenes impuestos desde arriba por los opresores decadentes? ¿Nos proponemos ser más y mejores humanos cotidianamente o abdicamos frente a la deshumanización? Creemos que es importante compartir estos interrogantes sobre los que es posible reflexionar, porque se dejan entrever en numerosos y cotidianos gestos positivos y en alguna que otra gesta colectiva dentro del contexto en el que vivimos. Por eso pensamos que es posible ser mejores juntos contrastando el belicismo de los Estados, para ir al encuentro de algunas personas voluntariosas: de quienes anhelan la paz y una mejor convivencia entre seres humanos, similares y diversos; de quienes buscan defender la naturaleza que nos rodea del terricidio en curso; de quienes aspiran a una mejor sociabilidad y no someterse a la deshumanización digital; o de quienes buscan simpatía, solidaridad y amistad para enfrentar juntos la precariedad material contra la patronal.
Nosotras y nosotros vamos tomando conciencia de que la posible afirmación de estas exigencias depende de si elegimos cultivar una visión de conjunto y crear ámbitos humanos que favorezcan el crecimiento en común de las personas. Porque las aspiraciones humanas más genuinas no tienen lugar en el mundo guerrero de los poderosos. Es la hora de elegir cambiar el rumbo, cambiando las propias coordenadas para una perspectiva de comunión benéfica y libre entre seres humanos.

Publicado en Comuna Socialista 84