Los metrodelegados contra el asbesto: por la salud de los trabajadores y de todos


Por Camilo Sans
Hace 5 años, los metrodelegados se enteraron de la posible presencia de asbesto en el subte. Gracias a un estudio independiente de geólogos, confirmaron que ese material está presente en múltiples lugares (no solo en los vagones, sino también en las estaciones y en los talleres). Desde ese momento, iniciaron una lucha para exigir condiciones de trabajo saludables y para divulgar la verdad sobre la magnitud del peligro y del daño al que estuvieron y estamos expuestos cotidianamente, así como la responsabilidad del Estado y de la empresa a cargo del servicio (ayer Metrovías, hoy Emova, integradas por Roggio y compañía). Luego de años de paros, apertura de molinetes y litigios judiciales –han obtenido un amparo que les dio la razón–, hoy se está haciendo pública la verdad, pese a la gran protección mediática de la que goza la nefasta alianza estatal-patronal que regula el negocio. El propio Estado y la ART reconocen que hay al menos 87 trabajadores enfermos, 7 casos de cáncer y 3 fallecidos a causa del asbesto y aún resta documentar cuál es el impacto que tiene en los usuarios.
Actualmente, SBASE y Emova se niegan a dar una respuesta acorde. Apelaron el fallo y demoran la compra de nuevas formaciones para reemplazar las viejas y, para colmo, extrajeron algunas toneladas del peligroso material de forma insegura, exponiendo a la gente a un mayor riesgo. Es tal su sed de ganancia y el desprecio que tienen por la vida que hasta intentaron subastar algunos de los trenes que retiraron. Esto no debería sorprendernos, ya que cuando el gobierno de la Ciudad los compró al Metro de Madrid, lo hizo a sabiendas de que habían sido sacados de circulación en 2011 porque tenían asbesto.
Los trabajadores exigen un proceso serio y riguroso de retiro del material cancerígeno junto con una reducción de la jornada laboral para reducir el riesgo de enfermarse. Se trata de una lucha en la que se pone de manifiesto una necesidad de defensa de la salud, no solo la de ellos, sino la de todos los usuarios que nos vemos expuestos cotidianamente a un riesgo que apenas conocemos. Justamente, en virtud de esa exigencia, que va más allá de lo laboral, hay que tomar conciencia del peligro al que nos somete la decadencia de la política democrática, cada vez menos garante de nuestro bienestar. Más que confiar en las empresas y el Estado, es necesario hacerlo en las personas que ponen en primer lugar la defensa de la vida –en este caso, los trabajadores del subte y los científicos que se han puesto a su disposición para develar la verdad– haciendo a un lado los discursos de los políticos y los medios que nos quieren enfrentar con ellos por interrumpir el funcionamiento normal del servicio. Se trata de un reclamo que es necesario expandir y convertir en un compromiso por condiciones de trabajo y de circulación saludables.

Publicado en Comuna Socialista 84