✒ Tomás
Maldonado
A principios del mes pasado, nos enteramos de una noticia bastante desalentadora: el mes de julio de 2023 fue el más cálido en la historia desde que se tienen registros. Las evidencias del cambio climático son cada vez más alarmantes y, por lo tanto, es cada vez más complicado no sentirse abrumado/a frente a la inmensidad del problema que se avecina. Pero ¿es el cambio climático una mala palabra? Si contemplamos la historia de la Tierra en sus tiempos geológicos, es algo tan natural como lo es para nosotras/os el paso de las estaciones. El clima de nuestro mundo se ha ido modificando, impulsando la evolución de la vida en distintos contextos: por ejemplo, hemos tenido períodos muy prolongados en donde no había hielos en los polos y otros en donde la temperatura del planeta era considerablemente menor que la actual. Ahora bien, ¿cuál es el problema con el cambio climático entonces, si es algo que ha ocurrido desde siempre? Nuestro desafío como especie no está únicamente en el aumento de la temperatura, sino que el actuar humano está alterando un sinnúmero de equilibrios a lo largo de todo el globo. Se emiten gases de efecto invernadero con la industria, la energía y el transporte, pero también se talan selvas y se queman humedales para la producción agrícola, se utilizan químicos altamente tóxicos y duraderos en la producción de tinturas, biocidas, pilas, etc. que afectan las redes tróficas de innumerables ambientes; se cazan y se venden miles de animales al año; producimos toneladas de basura al mes que terminan en el mar, provocando problemas en las comunidades de plancton superficial (de las que depende casi toda la vida en el océano). Y la lista sigue. Frente a esta catástrofe en curso es necesario remarcar que las responsabilidades no se reparten entre toda la especie por igual. Son los dueños de la tierra, los grandes empresarios y sus negocios con los Estados los que, en su afán de seguir acumulando riquezas, destrozan cualquier forma de vida que se les interponga. Pero también es importantísimo que cada una/o de nosotras/os empiece a cuestionarse sobre la propia relación con el medioambiente, porque las prácticas de los opresores se apoyan en concepciones sobre la naturaleza que están ampliamente difundidas en las culturas en las que vivimos. La magnitud del problema nos agobia y deprime, no solo porque los responsables de este desastre están en una clara ventaja frente a quienes buscamos defender la vida, sino porque el funcionamiento mismo del clima en la Tierra se nos escapa de las manos completamente. La inmensidad de nuestro mundo y la magnitud de sus fuerzas es gigantesca. Aun así, yo creo que en vez de encerrarnos en nuestra tristeza o en la indiferencia podemos buscar conocer el mundo del que formamos parte, descubrir la belleza de la vida en sus amplísimas facetas, aprender sobre otras maneras que ha tenido –y tiene–, nuestra especie de relacionarse con la naturaleza a lo largo de toda su historia. Es ahí donde considero que se encuentra el primer paso para empezar a vivir de una manera más armónica con el mundo que nos rodea.
Publicado en Comuna Socialista 85