✒ Por Fabio Beltrame
Los llamados Acuerdos de Oslo entre Israel y los dirigentes de la
Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se firmaron hace treinta
años: el objetivo declarado, pero nunca llevado a la práctica, era alcanzar el
llamado “compromiso histórico” entre el Estado de Israel y la organización
nacionalista palestina: el establecimiento de una “solución de dos Estados” que
garantizara la paz y la seguridad para Israel, en primer lugar, y para los
palestinos un fragmento de la Palestina histórica sobre el que autodeterminarse.
En realidad, fue un gran engaño político y diplomático, y por lo tanto militar.
El mismo Yasser Arafat, líder histórico de la OLP, admitió tiempo después que
lo que el pueblo palestino esperaba con los acuerdos –el fin de la ocupación de
Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, ocupadas en 1967, y la
creación de un Estado palestino soberano e independiente– era un objetivo incierto.
Los dirigentes palestinos que llevaron adelante las negociaciones y
luego firmaron los Acuerdos aprovecharon la ocasión para legitimarse ante
Estados Unidos y recuperar el control sobre la población que había dado origen
a la Primera Intifada. Así, aceptaron el compromiso de un Estado palestino que
se establecería en el 22% de la parte del territorio que en 1947 el plan de
partición de la ONU había asignado a la población árabe (que a su vez era solo
el 48% de la Palestina histórica). El control de los recursos hídricos, la
distribución de electricidad, el control de los pasos fronterizos y muchas
cosas más, seguían de hecho en manos israelíes. Un chantaje y una amenaza
permanente cuyas consecuencias paga día a día la población palestina. Lo que
desde entonces se definió como un “sueño de paz” resultó ser una pesadilla,
oculta tras el redoble de tambores de la perspectiva de paz.
Los Acuerdos de Oslo no hicieron más que consolidar la ocupación
israelí, ya que, entre otras cosas, no incluían el cese de las actividades
sionistas de asentamiento en los territorios ocupados. Hoy en día, existe una
significativa anexión de gran parte de Palestina al Estado sionista. De hecho,
el número de colonos israelíes, de extrema derecha, asentados en los
territorios ocupados pasó de 121.000 a más de 700.000. Además, los colonos se
convirtieron en una fuerza política decisiva en la Knesset israelí.
Hoy, los resultados concretos de ese acuerdo son la realidad
del apartheid en Cisjordania y la detención de la población de Gaza en
una enorme prisión al aire libre.
La
responsabilidad no es solo de los gobiernos israelíes, laboristas o de
derechas, sino también de quienes redactaron y firmaron el Acuerdo de Oslo, los
propios dirigentes palestinos. Aceptar una vida de subyugación al apartheid
no es una opción para los jóvenes, mujeres y niños palestinos; el anhelo de
autodeterminación nunca disminuyó a pesar del engaño político y la guerra
permanente.
Publicado en La Comune Online