✒ Camilo Sans
En Estados Unidos, existe una vieja ley que permite la
detención de testigos en casos excepcionales, que deberían ser puestos en
libertad lo más rápido posible. Sin embargo, aunque en la actualidad ya casi no
se aplica, en los Estados del Sur se utiliza a diario. Por ejemplo, en Texas,
donde miles de personas están detenidas indefinidamente, sin ningún cargo, a
la espera de ser liberadas. No por casualidad, son todos inmigrantes,
utilizados de manera inhumana (y luego descartados) por jueces y fiscales como
recurso para sus procesos judiciales contra los coyotes, que lucran con las
dificultades que encuentran quienes atraviesan las criminales fronteras estatales
para vivir mejor.
Mientras que gente inocente (en algunos casos, atraída de
forma engañosa por el propio Estado norteamericano que les promete papeles a
cambio de declarar en contra de algún traficante) se ve privada de su libertad
y pasa 180 días en promedio encarcelada bajo las mismas condiciones que los
condenados, muchos traficantes atraviesan el proceso penal en libertad porque
gozan de los derechos que les otorga su ciudadanía. Y, aún peor, hay testigos
que corren peligro de muerte porque son encarcelados junto con los mismos
acusados, como es el caso de Nohemy, una salvadoreña que llegó a Texas huyendo
de la violencia de las pandillas y terminó cara a cara con el coyote al que
denunció.
Esta situación nos muestra el carácter genéticamente racista
de la democracia norteamericana y su idea de “justicia” que devela, cada vez
más, su nivel de inhumanidad y la falta de respuestas a las mínimas exigencias
de vida de la gente.
Publicado en Comuna Socialista 87