✒ Ana Gilly
El año pasado, se había
roto por mezquindad política. Esta vez, volvieron a unirlo por las mismas
razones, sin dar explicación alguna. El Encuentro plurinacional de mujeres,
lesbianas, travestis, trans, bisexuales, intersexuales y no binaries que se
desarrolló en octubre en la ciudad de Bariloche, fue la prueba de que se puede
ser muchas, pero aún así lograr aislarse del mundo y de la vida concreta de las
mujeres. Tal es la atomización y la crisis que atraviesa que uno de los
principales “debates” resultó ser la exigencia de sumarle un nuevo adjetivo
(¡uno más!) al ya disputado nombre. Esto, mientras una nueva avanzada bélica se
desataba en Palestina, mientras las mujeres iraníes son perseguidas por el
gobierno opresor, mientras millones de mujeres – también en este continente– se
exilian de sus países de origen por la violencia social.
Sería injusto decir
que las más de cincuenta mil mujeres que fueron lo hicieron con una
perspectiva tan empobrecida. Y esta es la principal razón por la cual nos
autocriticamos. Siendo partícipes históricas de los Encuentros, no hemos pensado
suficientemente si valía la pena participar este año para encontrarnos (ahora
sí) entre mujeres con inquietudes profundas.
Con todo, la cuota
de sensibilidad y sensatez vino de la mano de 12 niñas y niños que, en el acto
final, subieron al escenario y pidieron “por un mundo sin armas”.
Publicado
en Comuna Socialista 87