¡Milei no! En las urnas y más allá, reaccionemos

Gustavo Pfeifer

¿Te inquieta que personas nefastas como Milei y Villarruel lleguen al po­der? ¿Te escandalizan las medidas ultraderechistas que proponen y, quizás aún más, los valores reaccio­narios que representan? ¿Padecés la cantidad de declaraciones inmora­les que circulan en las redes sociales y que envenenan a tus amigos y fa­miliares, a tus compañeros de clase, del club o del trabajo? ¿Te preocupa la revancha antifemenina y patriar­cal que expresan frente a la afirma­ción de la libertad de tantas mujeres estos últimos años? ¿Pensás en el fu­turo y te preocupás por el medioam­biente, la salud, la educación, los derechos humanos, las condiciones materiales de tanta gente común que ya está remando una crisis muy complicada?
Quizás por estas y otras razones, en noviembre, vas a votar a Massa en contra de Milei. Probablemen­te, no porque tengas verdaderas esperanzas en el candidato pero­nista (responsable de que más del 60% de que los niños sean pobres y que ayudó económica y política­mente a su actual rival); sino, más bien, porque sentís que, frente a un mal mayor que empeoraría la vida de todos, con ese pequeño gesto empezás a sentar posición, a hacer valer un poco tus principios, tus ideas. De eso, que, si lo elegimos, puede significar la primera ocasión de un rescate humano más de fon­do, y no de política, queremos ha­blarte hoy.
Porque ¿sabés qué? Nosotros, que no depositamos expectativas en la política democrática, tam­bién vamos a votar contra Milei y Villaruel. Nos parece una medida insuficiente pero necesaria para enfrentar la deshumanización que representan. Por eso nos propone­mos (y les proponemos a las y los jóvenes más sensibles que quie­ran debatirlo con nosotros) inte­rrogarnos sobre qué aspiraciones humanas motivan nuestro posi­cionamiento contra las derechas reaccionarias.
Lo que está en juego, por ejem­plo, ¿es solo el “el corrimiento a la derecha de las políticas públicas”? ¿No será que en el último tiempo, más que “enojada”, la gente se volvió más egoísta, misógina y racista: en definitiva, más mala? ¿Y no es porque queremos ser (y rodearnos de) bue­na gente que todo esto nos preocupa tanto?
Contra la mentira del “todos contra todos”, quizás te convence la idea de que las personas, para vivir bien, necesitamos colaborar y cooperar las unas con las otras. En vez de delegar nuestro cuidado al Estado (como propone el populis­mo), ¿qué pasaría si nos animára­mos a convertir esta verdad en un principio activo de unión, para in­tentar contribuir todos los días, de manera directa, a una mejor convi­vencia humana (más que “demo­crática”)?
Pensado así, el voto contra Milei en noviembre puede ser una primera expresión de integridad, de reacción positiva. Con más razón, frente al peligro que representa, no nos que­demos en eso: unámonos, más allá de las urnas, y ensayemos un com­promiso cotidiano para que, en los lugares en los que estamos, primen valores solidarios como la escucha, el respeto, el cuidado mutuo, la co­laboración y el conocimiento directo entre las personas que quieran vivir mejor juntas, aquí y ahora.

Publicado en Comuna Socialista 87