Con
los resultados electorales del 19 de noviembre se consumó el peor escenario
posible. Javier Milei, un siniestro personaje de ultraderecha y liberfacho,
será el próximo presidente.
En
su primer discurso, no tuvo empacho en anunciar de entrada que gobernará solo
para las “personas de bien” (el de las patronales y sus amigos), violando un
axioma elemental de la democracia burguesa: al presidente lo eligen las
mayorías, pero gobierna para todos.
Pareciera
una pesadilla, pero es real, y es el fruto marchito del entrecruzamiento entre
el deshacerse de la política democrática –cada vez más insensible e incapaz por
naturaleza de hacer cuentas con las exigencias humanas más elementales, portadora
a cara descubierta de los peores desvalores– y la debacle social, cultural y
moral de la sociedad, que creció de manera acelerada viajando por las pantallas
de los teléfonos celulares, atontando las facultades, envenenando las
aspiraciones humanas más genuinas, apagando las conciencias y despertando los
instintos más miserables de frustración, malicia y egoísmo social.
No
se trata simplemente del triunfo de una hipótesis política, sino de la
legitimación de la violencia institucional y de la violencia social. Ganó la
idea de que es posible relativizar los secuestros, la tortura y el robo de
bebés perpetrados por la última dictadura militar; se coronó la concepción de
que la libertad de las mujeres es una amenaza a coartar y que la violencia
hacia ellas no sería distinta de otras violencias; se impuso la opinión de que
para la “paz social” hay que reprimir y –si es necesario– comprar un arma y
defenderse a los tiros; se legitimó el desprecio por la naturaleza que nos
circunda; venció el miedo miserable a cualquier posibilidad de bien más amplio,
con el afán de cuidar la aspiración –como mínimo ingenua en la enorme mayoría
de los casos– de enriquecimiento personal; prevaleció la consideración de que las
elecciones afectivas homosexuales y lésbicas son expresiones de suciedad;
triunfó la libertad de imponerse a los otros y a las otras en virtud del
“mérito” personal.
Las
mayorías que votaron a Milei sueñan con un gobierno que los privilegie en
detrimento de las necesidades de los demás. A quien afirma que no lo votó
pensando en estas cuestiones, sino para castigar la pobreza y la corrupción del
peronismo, le recordamos que ha llevado a la presidencia a un neofascista que,
además de lo ya mencionado, promete abiertamente cortar de cuajo toda la ayuda
a los últimos, a los niños, los humildes, los enfermos y los jubilados.
Lamentablemente,
la subordinación de los partidos de la izquierda a la política democrática
obstaculizó la posibilidad de entender el drama que se estaba gestando y lo que
estaba en juego, igualando en los hechos a los dos candidatos del balotaje.
Cometió un gravísimo error: no fue capaz de llamar a votar por Massa porque
desestimó el dilema moral, de principios y valores que tenía la gente por
delante y frente al cual era fundamental pronunciarse. Eligió limitarse a ser la
izquierda antiajuste y renunciar a la tarea de echar luz sobre el peligro
neofascista y negacionista que encarnan Milei-Villarruel, así como a la batalla
de fondo que estaba planteada.
Hoy, entonces, los interrogantes planteados a las fuerzas de izquierda, a nosotras y nosotros mismos y a las personas comunes que rechazaron a Milei son: ¿qué puede significar ser de izquierda frente a la nueva situación dramática? ¿Puede ser la defensa de la vida humana, del bien común y de la libertad positiva y expansiva? ¿Puede ser la defensa de las mujeres y la infancia, de las y los trabajadores, los inmigrantes e indígenas? ¿Puede ser un compromiso para que prevalezcan la solidaridad, la colaboración y la cooperación desde abajo? ¿Puede ser aprender a pensarse como la común humanidad diferente que somos, a descubrir en el apoyo mutuo la mejor fuente de bienestar y, en función de eso, enfrentar a los poderosos de toda calaña? ¿No son estos interrogantes fecundos a averiguar con tesón, activando finalmente nuestras conciencias? Nosotras y nosotros creemos que sí y que eso implica emprender un camino teórico y práctico para buscar ser más humanos contra la deshumanización que están imponiendo las derechas y se está filtrando por los poros enfermos de esta sociedad decadente.
20/11/2023