Las etnias existen: no son un sinónimo más “presentable” de raza –como pasa en ciertos discursos políticos y académicos y en los medios de comunicación– sino un tipo de identidad y agregación social, una expresión de la inevitable diferenciación también colectiva de nuestra especie. Las etnias se forman y se transforman, se funden o se fragmentan, nacen o desaparecen compartiendo experiencias, lenguas, usos y costumbres, vínculos familiares y sociales, maneras de vivir, convicciones morales y éticas, sintiéndose y pensándose afines y unidos y sedimentando todo esto en culturas a través de procesos históricos, dinámicos, mutables y complejos en los que son cruciales las consciencias de las y los protagonistas. Confundir la etnia con la raza es algo equivocado y peligroso debido a que transforma ideológicamente una forma de identificación (y diferenciación) colectiva, siempre en desarrollo y reelaborada constantemente por las mujeres y los hombres, en entidades falaces, invariables y